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jueves, 2 de mayo de 2013

Filosofía del camino






En cierta ocasión escuche a un montañero decir que le había costado muchos años comprender la esencia de lo que hacía,  la esencia de la montaña, ya que al principio de su carrera cuando intentaba coronar una nueva cumbre sólo existía la obsesión por llegar a la cima, sin importar cómo, y no había lugar para nada más en su mente.  Al final del camino, cuando conseguía coronar la cumbre estaba tan agotado y exhausto que era incapaz de disfrutar como se merecía de semejante momento, ahora su prioridad era bajar de la montaña para  ponerse a salvo en el campamento. Por supuesto que para él había un abismo entre llegar y no llegar la cima, pero después de tantos años tenía claro que lo único de verdad que le quedaba de todo aquello no eran tanto las cumbres conseguidas sino todos esos momentos vividos, las alegrías -por supuesto- pero también todas las frustraciones y sufrimientos que había padecido, las lagrimas derramadas, cada vez que se había perdido o las veces que se había caído para después levantarse, y, cómo no, también las derrotas; al final del todo lo que le quedaba era el camino recorrido. 

Semejante reflexión es para mí digna de convertirse  en modelo de vida al que aspirar; nos pasamos la vida persiguiendo cosas -cimas que conquistar- algunos buscan reconocimiento social, otros bienes materiales, un buen trabajo, tal vez la felicidad o quizá el amor… y en medio de esta vorágine nos olvidamos de lo más importante, de vivir. Al igual que el montañero no importa cómo se consiguen las cosas –o a quien nos llevamos por delante-, sólo llegar cuanto antes. 

Vivimos en la sociedad del atajo y de las prisas por llegar… y en medio de todo esto nos olvidamos de disfrutar del camino.

domingo, 10 de marzo de 2013

Giordano Bruno







Ayer por la tarde, mientras revisaba  las fotos de mi viaje por Italia de este verano, no pude evitar cierta melancolía al recordar. Por un momento, entre pensamientos, tuve la sensación de estar caminando nuevamente por las calles de Florencia o viendo atardecer junto al gran canal, e incluso, cerrando los ojos, pude sentir la misma sensación de reverencia y respeto que tuve aquella calurosa tarde en el campo de Fiori, frente a la estatua de Giordano Bruno.

Y es que lo que mucha gente no sabe, o al menos no son del todo conscientes de ello, es que un viaje cuando es especial – y sin duda este lo fue para mí- no acaba cuando uno regresa a casa, sino que dura toda una vida. De mi viaje a Italia podría dedicar tomos enteros a alabar las grandes obras del renacimiento - no haría sino dejar en evidencia lo poco que se de arte - o a contaros todas las vivencias y anécdotas que tuve, pero  hoy mi propósito es bastante más humilde que todo eso, se limita a volver junto a esa oscura y enigmática estatua  del campo de Fiori y a las reflexiones que me generó.   

Grandes épocas traen consigo el sacrificio de hombres sabios, de personas comprometidas con la consecución de la verdad; esos mártires (filo-sofos) se convierten en referentes a seguir en la lucha frente al dogmatismo y la opresión, profetas de un nuevo tiempo que está por venir.  Al igual que Sócrates,  ese fue el caso de Giordano Bruno, al cual, su negativa a acatar lo establecido, le condeno a una vida errante,  huyendo de un destino que finalmente  le acabaría alcanzando, pero a su vez le convirtió en  modelo del librepensamiento para la posteridad.  

En un tiempo en que la iglesia no daba muestras de piedad hacia los que se desviaban de su doctrina, Bruno sostuvo afirmaciones tan sorprendentes  como negar el carácter divino de Jesús, mantener posturas de marcado carácter panteísta o pensar que al final incluso los demonios se salvarían, y que no hacen sino realzar su valía como pensador independiente  y como ser humano.

Pero por encima de cualquier idea que sostuviera, en mi opinión, la intuición de un universo infinito destaca por encima de todas, pues culminaba la tendencia iniciada por Copérnico y que supuso la ruptura con dos milenios de tradición.  Resulta paradójico que un  tiempo de ensalzamiento del individuo, donde obras como la cúpula de Brunelleschi o la Capilla Sixtina transmitían la creencia en un potencial infinito en el hombre, semejante afirmación suponía encajar un duro golpe en nuestra autoestima, ya que nos desplazaba del centro del universo, de nuestra posición privilegiada en la creación de Dios. Pero las consecuencias  van mucho más allá, puesto que al acabar con la idea de un universo cerrado y jerarquizado que nos había legado Aristóteles, el universo deja de tener un orden y un sentido, y pasa a convertirse en una extensión totalmente arbitraria. Dejo en manos del lector las consecuencias que puede traer consigo semejante cambio de paradigma en la demolición del edificio metafísico de occidente, que por aquel entonces ya comenzaba a amenazar ruina.

Hay muchas dudas e inexactitudes sobre el juicio que le llevo a la hoguera, pero resultan curiosos un par de detalles significativos, como que se le quemase cuando aún estaba vivo (practica nada habitual), o lo precipitado desarrollo de la ejecución, que dan han entender que las ideas de Bruno aterraban a sus inquisidores más allá de sus posibles repercusiones políticas.

Al final, después ocho años de proceso inquisitorial y tras reafirmarse en sus ideas, en el momento de enfrentarse a su sentencia  Bruno dirigió en tono amenazador las siguientes palabras proféticas a sus jueces:

“Puede que a vosotros os cause más temor pronunciar está sentencia que a mi aceptarla” 

lunes, 7 de enero de 2013

Ubuntu



Tarde o temprano todo lo que hacemos retorna a nosotros.

Hoy  justo antes de despertarme, no sé muy bien por qué, estaba soñando con esta idea.  A continuación, como un acto reflejo, ha venido a mi cabeza  en los primeros instantes de lucidez otro término que ayer mismo escuchaba en la radio y que da nombre a este post, Ubuntu. 
De cualquier modo, aún a riesgo de que me tilden de místico, y ya que últimamente hago caso a las señales y sincronicidades que se producen en mi vida, he decidido hablar de ello.
Creo que sería un error intentar someter algo tan vivo, tan lleno de magia al rigor mortis de una definición que le prive de  sus infinitos matices y, por ello, sólo voy a dar unas pinceladas de lo que puede significar lo que en mi opinión es toda una  filosofía de vida: 
Palabra de origen Zulu y xhosa  (aunque realmente es una idea que ha estado presente en todas las culturas) Ubuntu básicamente viene a decir que una persona sólo es en la medida que el resto también son, que sólo se puede ser feliz cuando los que te rodean también lo son; es una filosofía de solidaridad, de hermanamiento que estuvo muy  presente en la abolición del Apartheid sudafricano.
Para mí Ubuntu no es más que otro nombre que se le da a sentimientos universales, que tanto empeño tienen en hacernos creer que ya  no existen, como son la  solidaridad, responsabilidad, entrega al prójimo, etc.  por los que  apostar  más que nunca en los tiempos que corren, donde parece que todo se está hundiendo a nuestro alrededor y mucha gente lo está pasando mal, en los que la sensación de impotencia ante los desmanes de la clase dominante nos golpea cada día; creo que en una situación así tiene mucho sentido hablar de estas cosas.

Para terminar una historia a modo de ejemplo; un antropólogo  propuso a un grupo de niños de una tribu africana como juego una carrera hasta un cesto de frutas,  del cual el ganador podría disponer como quisiera.  Llegado el momento de la salida todos los niños se cogieron de las manos y corrieron juntos hasta el cesto repartiéndose las frutas. El antropólogo perplejo les pregunto que porque habían hecho eso, a lo que le respondieron todos “¡Ubuntu! ¿Cómo uno de nosotros iba a ser feliz si el resto no lo son?

viernes, 13 de julio de 2012

Noche en la cima de los vientos






Ha pasado algún tiempo desde el día en que pense crear este blog, y por fin, me he decidido a inaugurarlo. La razón de esta tardanza no sé muy bien cuál es, quizá por inseguridad, quizá dejadez, o simplemente porque estaba esperando el momento adecuado.