En
cierta ocasión escuche a un montañero decir que le había costado muchos años
comprender la esencia de lo que hacía, la esencia de la montaña, ya que al principio
de su carrera cuando intentaba coronar una nueva cumbre sólo existía la
obsesión por llegar a la cima, sin importar cómo, y no había lugar para nada
más en su mente. Al final del camino,
cuando conseguía coronar la cumbre estaba tan agotado y exhausto que era
incapaz de disfrutar como se merecía de semejante momento, ahora su prioridad era
bajar de la montaña para ponerse a salvo
en el campamento. Por supuesto que para él había un abismo entre llegar y no
llegar la cima, pero después de tantos años tenía claro que lo único de verdad
que le quedaba de todo aquello no eran tanto las cumbres conseguidas sino todos
esos momentos vividos, las alegrías -por supuesto- pero también todas las
frustraciones y sufrimientos que había padecido, las lagrimas derramadas, cada
vez que se había perdido o las veces que se había caído para después levantarse,
y, cómo no, también las derrotas; al final del todo lo que le quedaba era el
camino recorrido.
Semejante
reflexión es para mí digna de convertirse en modelo de vida al que aspirar; nos pasamos
la vida persiguiendo cosas -cimas que conquistar- algunos buscan reconocimiento
social, otros bienes materiales, un buen trabajo, tal vez la felicidad o quizá
el amor… y en medio de esta vorágine nos olvidamos de lo más importante, de
vivir. Al igual que el montañero no importa cómo se consiguen las cosas –o a
quien nos llevamos por delante-, sólo llegar cuanto antes.
Vivimos
en la sociedad del atajo y de las prisas por llegar… y en medio de todo esto
nos olvidamos de disfrutar del camino.
Buena reflexión, la vida es lo que transcurre entre el momento origen y momento destino de la concepción y finalización de un objetivo.
ResponderEliminarComo la parte central de los huesos, ahí reside la fuerza y cohesión que nos empuja hasta el destino para comenzar en un nuevo origen, y mientras vivimos...
Muy buena la analogía de los huesos Miguel; me parece una reflexión muy profunda. Un saludo
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